El contraste con los equipos de Monterrey era notable. Recuerdo una ocasión en la que Heberto y yo nos hospedamos con una familia en La Chepevera, cerca de la alberca de Dorados del Regio. En otra ocasión, me quedé con otra familia en la misma colonia que tenía una cochera para cinco autos, una alberca y, al fondo del jardín, un pequeño museo con los trofeos de cacería del padre, incluyendo un oso disecado.
Las toallas que usaban para entrenar tenían sus nombres bordados y estaban de moda unas chanclas de una marca que no recuerdo, pero con suelas de colores. En ese entonces, pensaba que todos en Monterrey eran ricos, ya que quienes pertenecían al Regio, el Casino del Valle o el Club de Leones tenían una buena posición económica.
Durante algunas vacaciones en la secundaria, entrené en el Club de Leones y participé en un nacional en el DF con el equipo de Nuevo León, aunque competía de manera independiente. Viajamos en el tren Pullman, que ya no existe.
Recuerdo que la película "Fiebre de Sábado por la Noche" estaba de moda; al llegar a México, alguien puso esa música en la estación del tren y todos se pusieron a bailar. Luego, regresé a Victoria y a mi realidad.